martes, 8 de septiembre de 2009

LO QUE UN POLITICO DEBE SABER


(Artículo extraído del libro Hacia una nueva cultura de la gestión pública dominicana , Pág. 16-18 )
Reproducido sin autorización del autor ya que es un viejo amigo, por lo tanto, no tengo que consultar ná !
- Ramón Morillo-


Por Bernardo Matías


Los individuos que hacen política por un ideal y un objetivo programático son cada vez más escasos en la República Dominicana; los pocos que existen tienden a ser lanzados a escenarios marginales del poder. Este político es molestoso en un Estado patrimonialista y fundamentado en el principio de la lealtad al jefe y al grupo.

El político que más vigencia tiene en esta sociedad es el que hace política para ganarse la vida; el que se maneja orientado por el principio de la lealtad al jefe, no a la idea ni al programa; el que busca participar en la redistribución de las élites establecidas en el país sin que requiera de mucha formación profesional.

Sin embargo, un creciente número de exigencias de naturaleza técnica en el manejo del Estado han requerido la conformación de una tecnocracia especializada en diseño de políticas, estrategias y planificación.
Este tipo de funcionario es diferente al dirigente político. Los funcionarios especializados trascienden la gestión de partidos y adquieren una cierta independencia en su funcionamiento.

Los estados modernos cada vez más demandan una separación claramente diferenciada del funcionario especializado y del funcionario político. Se precisa de un funcionario que administre el Estado con criterio de universalidad e imparcialidad; que ponga fríamente en el centro de su gestión los intereses vitales del sistema. Este es el objetivo de la Ley de Servicio Civil y Carrera Administrativa. Pero ese objetivo entra en contradicción con la actividad del funcionario político que, por su naturaleza, tiende a ser y muchas veces actúa como parcial y apasionado.

Sin embargo, en la conducción del Estado hay tres elementos que están permanentemente operando como horizonte programático para cualquier funcionario (tecnócrata o político) que quiera ser exitoso: la retribución material (bienestar), el reconocimiento social (autoestima colectiva) y la libertad. Se trata de aquel principio basado en que el reino de la libertad y el reino de la necesidad son las fuerzas que han movido transversalmente todas las épocas de la humanidad.

Por otro lado, algunos hablan de una crisis en la actividad política. Pero es evidente que el político como profesional es una categoría que cada vez más se consolida en los aparatos políticos modernos. Esto se nota más, sobre todo, cuando la política toma el carácter de empresa.

De ahí que quienes han decidido hacer de la política su principal actividad de la vida tienen que aprender dos detalles fundamentales. El primero, es estar dispuesto y tener la capacidad para administrar sus dioses y demonios. Sólo quién logra eso triunfa en su vocación para la política. El segundo detalle es actuar con sentido de pasión y entrega radical a la causa, sabiendo conservar la distancia serena de las personas y las cosas. Este sentido de distancia es para Weber la facultad más escasa en el político joven y moderno.

Es además, su principal pecado mortal.

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